miércoles, 1 de junio de 2016

Consideraciones ante la posible aplicación de la Carta Democrática de la OEA a Venezuela

Por: Francisco Alfaro Pareja
A partir de la discusión que se efectuará en los próximos días en la Organización de Estados Americanos sobre la posible aplicación de la Carta Democrática a Venezuela, hago algunas consideraciones, en pro del entendimiento, la canalización pacífica del conflicto y la protección de la sociedad venezolana. No olvidemos que en los Foros regionales, centrados aún en los Estados, no suelen tomarse en cuenta las consecuencias de las decisiones políticas sobre la población:
1. La aplicación de la Carta Democrática es un arma de doble filo. Por una parte, la activación del organismo con el voto de la mayoría de los países de la región para promover el diálogo y preservar la institucionalidad democrática es un mecanismo legal (suscrito por el país). Acciones que por cierto ya han activado UNASUR y CELAC. Si Venezuela no estuviese de acuerdo con este mecanismo ya hace rato se hubiese retirado de la Carta o de la OEA propiamente. Este no ha sido el caso.
Por otra parte, la posible suspensión de Venezuela del órgano hemisférico "si se observa una clara ruptura del orden democrático" podría ser la mejor solución para el una de las partes en el conflicto venezolano: el gobierno. Esta podría ser la excusa perfecta para justificar más medidas en el ámbito político, económico y de seguridad. El caso de Cuba es el más palpable. La figura del embargo (aclaro, no de bloqueo) y su ausencia de la OEA como Estado ha servido de justificación para perpetuar un régimen fascista en la región, siendo la población la más afectada en todos estos años. ¿De qué ha servido el simple aislamiento de Cuba para promover un cambio democrático en la isla?
2. Esto lo que demuestra es que la Carta, si desea ser vigente en el tiempo, debería evaluar mejores y más inteligentes estrategias para incidir en el mantenimiento del orden democrático protegiendo a la sociedad (paradigma de la Seguridad Humana, no sólo el de Seguridad Nacional). No me refiero, en lo absoluto, a medidas que impliquen la intervención armada del país. Pero sí es necesario que, al igual que la ONU, los organismos multilaterales sean instancias no de gobiernos sino de naciones, donde los diversos sectores que integran cada país se incorporen de manera activa. Esto implicaría, claro está, una profunda reforma y un aumento de su complejidad en los procesos de diálogo y toma de decisión.
3. Es importante aclarar que el orden constitucional en Venezuela tiene largo rato resquebrajado. Si bien entre 1999 y 2005 fue la oposición (no toda pero un importante sector) quien buscó caminos alternos y muchas veces violentos para la salida de Chávez, entre 2006 y la actualidad ha sido el gobierno de Chávez y el de Maduro el que ha venido rompiendo el orden constitucional con leyes, habilitantes, decretos y sentencias que contradicen totalmente la Constitución de 1999. Claro está, ha sido de una manera progresiva y sutil.
4. A pesar de esto, veo lejano el escenario de suspensión de Venezuela de la OEA si se mantiene el conflicto sin una clara ruptura, al estilo de un golpe de Estado a la clásica.
5. Ojalá que los actores internacionales que están trabajando en pro del diálogo, tales como los ex presidentes, el Vaticano, UNASUR y OEA logren mover las fibras de quienes tienen en sus manos el futuro de este conflicto, de aquellos que pueden canalizarlo pacíficamente o, por el contrario, de manera violenta. Al final, incluso en los conflictos más violentos, las partes terminan dialogando y negociando. La diferencia estriba en el número de muertos, exiliados, refugiados, desplazados, asilados y/ó familiares de víctimas que, en la mayor parte de los casos, no obtienen justicia, ni distributiva ni restaurativa.

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