Por:
Francisco Alfaro Pareja
@franciscojoseap
Esta semana el secretario general de la MUD, Remón
Guillermo Aveledo anunció el congelamiento de la mesa del diálogo entre
gobierno y oposición. Este anuncio tiene que ser tomado con la altura de miras
que requiere el país.
El país se encuentra, sin exagerar, en la peor crisis
política, institucional, económica y social de este siglo y la élite política
no está logrando canalizar efectivamente las demandas y necesidades de la
población. Si bien es cierto que se está avanzando lentamente en materia
económica y en la conformación de las Comisiones para la elección de los
rectores del Consejo Nacional Electoral y los magistrados del Tribunal Supremo
de Justicia, la paralización de este espacio debe llamarnos urgentemente a la
reflexión.
Desde un inicio se conocían las profundas debilidades
de la Mesa: a) ausencia de condiciones mínimas; b) falta de voluntad política
para la negociación por parte del gobierno nacional; c) indefinición del rol del
tercero de buena fe (UNASUR y Vaticano); d) doble rol de una de los sectores
como “parte” y como “facilitador”; e) falta de consenso y neutralidad en el
lugar de reunión; f) división interna de las partes.
Diversas encuestas del país han señalado que más del
80% de la población quiere diálogo y cooperación entre sus autoridades. Sin
embargo, este sentimiento nacional no se expresa activamente en las calles. Es
decir, se observa una profunda ausencia de empoderamiento de la sociedad para
presionar activamente el diálogo y rechazar posturas polarizadoras, excluyentes
y violentas. Al cerrarse el espacio de la diplomacia queda - esperemos que sea
sólo temporalmente - el espacio de la violencia callejera de estos últimos 3
meses.
Adicionalmente, existe en ambos sectores una pérdida
progresiva de legitimidad en sus dirigentes y de unidad, producto de las pugnas
internas, los egos políticos y las contradicciones. Tanto en la oposición como
en el sector pro gubernamental existe creciente incertidumbre y un proceso de
radicalización in crescendo. En el
primero, muchos cuestionan el alejamiento del gobierno nacional de la
Constitución, del debido proceso y de los Derechos Humanos y, a su vez, la
presencia de la oposición en una mesa que ha dado escasos resultados. Por su
parte, los seguidores del gobierno nacional están confundidos por las acciones
económicas y financieras de un gobierno “socialista”, la impunidad por
corrupción y el diálogo con la oposición política, a quienes permanentemente
denomina como apátridas.
A todo el país le conviene que se abra una mesa de
negociación que permita acuerdos y cambios urgentes y evite que las
acciones extremistas lleven al país al abismo. Hay diversas salidas políticas,
democráticas y apegadas a la Constitución. Pero todo depende de la sensatez, la
pluralidad, la despolarización, el coraje y el entendimiento de que el país es
de todos.
Politólogo /
Doctor en Estudios de Paz y Conflictos
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