jueves, 15 de mayo de 2014

El congelamiento de la mesa de diálogo

Por: Francisco Alfaro Pareja
@franciscojoseap
Esta semana el secretario general de la MUD, Remón Guillermo Aveledo anunció el congelamiento de la mesa del diálogo entre gobierno y oposición. Este anuncio tiene que ser tomado con la altura de miras que requiere el país.
El país se encuentra, sin exagerar, en la peor crisis política, institucional, económica y social de este siglo y la élite política no está logrando canalizar efectivamente las demandas y necesidades de la población. Si bien es cierto que se está avanzando lentamente en materia económica y en la conformación de las Comisiones para la elección de los rectores del Consejo Nacional Electoral y los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, la paralización de este espacio debe llamarnos urgentemente a la reflexión.
Desde un inicio se conocían las profundas debilidades de la Mesa: a) ausencia de condiciones mínimas; b) falta de voluntad política para la negociación por parte del gobierno nacional; c) indefinición del rol del tercero de buena fe (UNASUR y Vaticano); d) doble rol de una de los sectores como “parte” y como “facilitador”; e) falta de consenso y neutralidad en el lugar de reunión; f) división interna de las partes.

Diversas encuestas del país han señalado que más del 80% de la población quiere diálogo y cooperación entre sus autoridades. Sin embargo, este sentimiento nacional no se expresa activamente en las calles. Es decir, se observa una profunda ausencia de empoderamiento de la sociedad para presionar activamente el diálogo y rechazar posturas polarizadoras, excluyentes y violentas. Al cerrarse el espacio de la diplomacia queda - esperemos que sea sólo temporalmente - el espacio de la violencia callejera de estos últimos 3 meses.
Adicionalmente, existe en ambos sectores una pérdida progresiva de legitimidad en sus dirigentes y de unidad, producto de las pugnas internas, los egos políticos y las contradicciones. Tanto en la oposición como en el sector pro gubernamental existe creciente incertidumbre y un proceso de radicalización in crescendo. En el primero, muchos cuestionan el alejamiento del gobierno nacional de la Constitución, del debido proceso y de los Derechos Humanos y, a su vez, la presencia de la oposición en una mesa que ha dado escasos resultados. Por su parte, los seguidores del gobierno nacional están confundidos por las acciones económicas y financieras de un gobierno “socialista”, la impunidad por corrupción y el diálogo con la oposición política, a quienes permanentemente denomina como apátridas. 
A todo el país le conviene que se abra una mesa de negociación que permita acuerdos y cambios urgentes y evite que las acciones extremistas lleven al país al abismo. Hay diversas salidas políticas, democráticas y apegadas a la Constitución. Pero todo depende de la sensatez, la pluralidad, la despolarización, el coraje y el entendimiento de que el país es de todos.

Politólogo / Doctor en Estudios de Paz y Conflictos






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