Por: Francisco Alfaro Pareja
@franciscojoseap
A pesar de que los representantes del gobierno y la
oposición venezolana no lo declaren formalmente, en la reunión del martes 15 de
abril la Mesa inició un proceso de negociación. El ser humano es un ser
conflictivo que regula la mayor parte del tiempo sus diferencias por vías
pacíficas. Estamos tan acostumbrados a esta dinámica que pasamos por alto que
la negociación y el pacto son parte de nuestra rutina diaria. Obviamente, en un
contexto de polarización política como el de Venezuela, gobierno y oposición
deben mantener ciertas formas que permitan a los copartidarios hacer ver que le
están ganando el juego al contrincante.
El gobierno se vio finalmente en la necesidad de
abrir este espacio (que en principio debía ser la Asamblea Nacional) por la
presión de calle que la oposición y el sector estudiantil viene desarrollando
desde febrero pasado. Para generar un escenario de negociación en el ámbito
político es fundamental la existencia de un equilibrio (aunque sea imperfecto)
de fuerzas entre las partes en conflicto. Estas acciones de calle, aunado a la
grave situación económica y financiera que enfrenta el país, son las que han
permitido a la oposición crear un poco de músculo para hacer frente al poder
del gobierno central que dispone de los órganos de seguridad, la FAN, la renta
petrolera, la mayoría de los medios de comunicación, la influencia en los
poderes nacionales restantes y una importante organización de base.
Para la oposición, representar al 49,9% de Venezuela
no era suficiente para forzar una mesa de negociación. Ahora lo ha logrado. Sin
embargo, tal como afirma el internacionalista Demetrio Boersner, es su artículo
titulado “Ambos son necesarios”, publicado en el diario El Nacional en días
recientes, la oposición se enfrenta a un falso dilema que debe sortear.
Pareciera que el hecho de que la mayor parte de la MUD esté dialogando con el
gobierno está desestimulando las acciones de calle, con lo cual el músculo se
estaría debilitando. Por su parte el gobierno, en una posición de mayor
comodidad aunque inestable, también ha sido cuestionado por sus sectores más
radicales ante la creación este espacio de dialogo. Por ello vemos aún el
levantamiento de su voz con declaraciones dirigidas a satisfacer a los más
puristas del sector pro gubernamental.
Ambos sectores en la Mesa han condenado la violencia,
han ido generando pequeños consensos, se han comprometido en discutir algunos
de los puntos más polémicos y con el respeto a la Constitución. Sin embargo, el
apego a la Carta Magna parece haberse dejado en términos generales o, al menos,
se ha aplazado para otro momento, ya que entrar en su examen detallado podría
generar desencuentros insalvables entre las partes. Insistir en promover la
Revolución, el Socialismo del siglo XXI, el Estado Comunal y la Unión Cívico
Militar es inconstitucional. Si esta sigue siendo la consigna del
gobierno, ¿cómo condenar a los que respaldan “La Salida” del “Maduro vete ya”
amparados en el artículo 350 de la Constitución? Este tema tendrá que abordarse
en algún momento y no nos debería de extrañar la posibilidad de canalizar esta
diferencia mediante un nuevo proceso refrendario a mediano plazo.
La Mesa sigue siendo una instancia débil, con muchos
aspectos por definir y con enemigos tanto internos como externos. A su vez, el
gobierno nacional parece no haber concientizado aún la gravedad de la situación
y de su rol crucial. Sin embargo, depende de la población empoderar activamente
a la Mesa como espacio del reencuentro necesario entre los venezolanos.
Politólogo / Doctor
en Estudios de Paz y Conflictos
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